WENDY ARTILES In memoriam
<<Wendy Artiles: la vida es sueño en zapatillas
de ballet>>
El buscador de tesoros tiene que ser muy cuidadoso en
todo lo que hace, y también ir lavado y limpio.
Hay que estar muy bien preparado para tener paciencia.
Paciencia, tiempo y dedicación son algunas de las características del buen
buscador.
No son los más listos los que encuentran tesoros, y
algunas veces son niños, o tontos, y también encuentran tesoros los ciegos.
El tesoro hay que querer encontrarlo y soñar durante
mucho tiempo con él.
(“El Buscador de Tesoros”, Álvaro Cunqueiro)
.
T.- Wendy, tú llevas muchos años enseñando ballet
clásico en la Escuela de Danza de Gelu Barbu en Las Palmas y conoces muy bien
el mundo de la infancia, por eso me gustaría conocer tu visión de la danza y su
importancia en la formación de la personalidad.
W.- Mira, hay una frase del filósofo Kant que para mí
dice muchísimo si de lo que estamos hablando es de la infancia: él decía que el
juego es lo más parecido al arte. Se refería a la creatividad. Cuando somos
pequeños, es fundamental que el niño juegue, y es una pena que hoy se estén
perdiendo los juegos manuales porque se está abandonando esa capacidad de
crear. Regalamos a los niños juguetes y objetos con los que no pueden
desarrollar esa faceta y, cuando crecen, se olvidan de todo y tienen muchas
carencias, les falta algo, están vacíos. Sin embargo, los que seguimos el
camino del arte tenemos la gran suerte de seguir creando y conservando ese tipo
de ilusiones. Para mí hay una cosa primordial en este mundo, y es la ilusión, las
ganas de vivir, las ganas de hacer cosas, tener proyectos, en definitiva,
crear. Hay que tener un mínimo estímulo de intentar cambiar el mundo. Lo típico
que un niño dice siempre: “Yo voy a cambiar las cosas cuando sea grande”. Bien,
pues esas tonterías son las que nos hacen humanos y hay un montón de cosas que
los niños están perdiendo.
T.- ¿Y cuál crees que es la causa de esa pérdida?
W.- La culpa la tenemos nosotros, porque estamos
siendo tan materialistas que queremos darles de todo a nuestros hijos, pero les
damos cosas hechas y no les damos, por ejemplo, un trapito para que jueguen y
desarrollen su fantasía, confeccionando sus propios trajes, pinturas, juegos de
imaginación... Por otra parte, hoy se necesita más dinero que antes porque
quieres darles una buena educación a tus hijos, y eso obliga a la pareja a
ausentarse de su casa y esa falta de presencia y de diálogo en la familia se
suple con juguetes de moderna tecnología que entretienen durante horas al niño.
Parece que ahora la gente se está empezando a concienciar de que estas
carencias tienen consecuencias en el ambiente del hogar, pero yo recuerdo que,
en una época, las madres le daban su llave al niño con las instrucciones
correspondientes, como la merienda y las tareas al llegar a la casa. Por eso,
yo observo que los niños tienen mucha falta de todo.
T.- Es lo que se conoce como la generación de los
niños de la llave.
W.- Claro, y hoy, afortunadamente, se ven menos, pero
a ellos les tocó una época en que la mujer no es que se liberara, más bien, yo
diría que se desarretó.
T.- Quizá la mujer estaba en una encrucijada
decidiendo entre su futuro profesional y sus hijos...
W.- Sí, las que no habían parido son las que empezaron
a estudiar su carrera y a bregar en lo laboral para independizarse económicamente
y ser libres. Y, en caso de que tuvieran hijos, seguían trabajando mientras se
lo cuidara su madre.
T.- Ya. Las abuelas otra vez a vueltas con los
pañales... tiene narices. Habría que reconocer la importancia del papel social
de estas mujeres que siguen educando con esa ternura necesaria para el
equilibrio emocional de los niños. A sus años, aún tienen paciencia para
leerles un cuento, jugar a las cartas o animarlos si están tristes.
W.- En fin, ahí está el problema de estos niños de la
llave a los que no les hemos dado valores en el hogar vacío. Simplemente es
darles una caricia cuando el niño llega a la casa del colegio, el abrazo, el
besito... todo eso. La presencia.
T.- ¿Y qué aporta hoy el ballet a esa formación en
valores que tanto necesita el niño?
W.- Por mi experiencia durante todos estos años, yo he
visto que el ballet es mi vida y que yo también tuve la misma ilusión que hoy
tienen las niñas chicas. Yo quería ser una gran bailarina y hacia ahí lo
enfoqué todo. Tuve mis propuestas de salir fuera, pero por problemas personales
no pude. Con el tiempo y las experiencias que he tenido a lo largo de mi vida,
he aprendido que el ballet es algo mucho más amplio. La danza no es una
profesión, es una forma de vida. Es la creatividad en su estado más puro, es
una forma de estar en el mundo de otra forma. Tanto te hablo en este aspecto
del ballet como de la pintura, la literatura, la música... cualquier cosa con
la que tú puedas crear y meterte de lleno en el mundo y hacerlo tuyo. Toda
persona necesita su parcela para sí, aunque eso suene a egoísta, pero es
necesario si también queremos a los demás. Yo me metí en ballet porque quería
bailar y eso es lo primordial. Para mí, bailar es vital, y aunque haya muchos
bailarines que digan que bailan para el público, yo no bailo para el público,
yo bailo para mí.
T.- ¿No tienes presente al público cuándo sales a
escena?
W.- Sí, por supuesto, estoy nerviosa y cada vez más,
pero bailo para mí. Por eso estoy en ballet, porque me gusta bailar. Si
solamente bailara para el público, no me gustaría dar clase.
T.- ¿Tú disfrutas tanto dando una clase de ballet como
bailando en el escenario de un teatro?
W.- Sí, me gusta sentirme. No sé cómo explicarlo...
Quizás es el dominio que puedo tener sobre mí, cómo puedo explayarme yo misma,
y, aun así, el ballet es una de las cosas más difíciles que hay en lo que
respecta al control físico. Es una materia que lleva practicándose desde hace
muchos siglos, no es algo que te estires y ya está. Son infinitas correcciones,
cuidar el músculo, controlar, observar cada elemento de tu cuerpo, tu ánimo, tu
fuerza... Es tan amplio y tan completo que siempre va a más.
T.- ¿Desde qué edad estás bailando?
W.- Yo empecé en la Escuela de Gelu Barbu a los diez
años y medio y siempre he estado con él. He salido, he entrado, pero siempre he
estado con Gelu. He ido madurando con la experiencia y, actualmente, el ballet
lo veo como una terapia porque creas, tienes tu espacio, te puedes involucrar
completamente en algo que es tuyo, te sientes plena en muchas facetas en las
que te vas creando también a ti misma. Creando vas creciendo, te vas formando,
porque quizás en otros espacios de tu vida no tienes esa posibilidad porque
estás limitada, encapsulada por las circunstancias de la vida, y, de este modo,
te puedes explayar. Por eso, volviendo al tema de los niños, considero que el
arte es tan completo que debería incluirse en la educación y formación
infantil. Del mismo modo, en el colegio, deberían enseñarles un poquito de cada
cosa, me refiero al deporte, la música, la danza... pero no a nivel teórico,
sino práctico, para que el niño o la niña sepan bien a qué pueden dedicarse más
tarde. Estamos en un mundo en el que, desgraciadamente, todo se hace rápido,
corriendo, pero si yo fuera madre, estaría obligada a mostrar a mis hijos todas
estas facetas con el tiempo y la serenidad necesarias, y, después, que ellos
elijan. Porque, el día de mañana, ante cualquier problema inesperado, podrían
meterse de lleno en cualquier opción y no estarían tirados en el mundo. Es una
forma de tener ilusiones. Yo, por ejemplo, a mis alumnos pequeños, siempre les
digo que tienen una suerte enorme, cosa que otros niños no tienen. Es esa
ilusión o empatía que se forma entre los niños cuando van a bailar o se van a
examinar. ¡Esa ilusión y ese nervio tan grande no saben cómo quitárselo de
encima! Sí, lo pasan fatal, pero les hace crecer muchísimo.
T.- Y así aprenden a desarrollar el gusto por el
trabajo en equipo...
W.- Exactamente, y es una sensación fantástica, aunque
todos sabemos que la danza es muy dura y tienes que luchar mucho.
T.- Una cosa que he observado en ti cuando das clase
es que tú no fomentas el espíritu de competitividad entre los niños, sino que
los vas atendiendo uno a uno. Ni le haces mucho caso al mejor ni estás
completamente pendiente del que casi no llega. Me gusta mucho cómo enseñas a
cada niño según su nivel.
W.- Bueno, primero que a mí los niños me encantan, con
ellos me lo paso pipa, los adoro. Yo tengo muy claro que doy clases de ballet,
pero también estoy dando educación, por eso intento que los niños no compitan
unos con otros. Si hay algún tipo de competición, que sea entre todos juntos.
Ya bastante compiten en otras cosas. Además, aunque un niño o una niña hayan
nacido para ser bailarines -porque eso se ve desde que son pequeños- el mundo
da veinte mil vueltas, ¿y para qué hacerles sufrir?, ¿para qué voy a hacer que
el resto les coja coraje?, ¿por qué voy a hacerles sufrir a unos angelitos?
Estoy dando educación y lo que les tengo que enseñar es todo lo contrario, y,
dentro de lo que cabe, lo que tengo que darles es un poquito de felicidad.
T.- En ese sentido, me gustaría que habláramos un poco
de Fernanda Mafra, una excelente profesora de ballet clásico con la que hemos
podido convivir estos días en Lisboa con motivo de las Jornadas Internacionales
de Danza en las que tú también has dado clase. Ella recoge niños de la calle,
incluso, los adopta, los mantiene económicamente sin ayuda de nadie y los va
preparando en su casa para los exámenes de acceso al Conservatorio de Danza de
Lisboa. Les da una vía de salida para no caer en la droga, la delincuencia o la
prostitución. Es como si fuera la Madre Teresa de la danza, ¿no? Un ejemplo que
debería seguirse en todas partes. Impresionante.
W.- Lo de Fernanda es increíble... de verdad que no sé
cómo lo hace... El papel de esta mujer en la sociedad lisboeta es ejemplar,
increíble, porque tiene tantas cosas en contra que no comprendo cómo puede
seguir adelante. Tristemente, nadie la ayuda, porque cuando se trata de
cultura, el Estado prefiere dar ese dinero para otras cosas, si es que lo da.
Y, si ni siquiera lo destina a un centro de drogadicción, mucho menos se lo va
a dar a Fernanda para mantener a niños recogidos que quieren dedicarse a la
danza. Sin embargo, la danza es una terapia y estoy convencida de que te aleja
del mundo de la marginalidad porque te da autoestima, te da sueños y vías de
avance en la vida. Esos niños tienen la autoestima por el suelo, porque no
tienen padres, no tienen a nadie que les quiera, y la danza les da un refugio
donde pueden crear algo por sí mismos, algo bello que la gente aplaude y
valora. ¿Tú sabes qué es eso para un niño? Hace que se sienta bien consigo
mismo, porque hay alguien que le ve y le corrige, que le atiende, le cuida como
a una planta en crecimiento... ¡Qué bonito!
T.- ¿Te dijo el nombre que quiere ponerle Fernanda a
su futura escuela de danza? Bueno, el otro día me decía que ése es su sueño,
fundar una escuela para ayudar a los niños de la calle que viven al otro lado
del Tajo, en la zona más pobre.
W.- No lo sé... ¿Qué nombre es?
T.- ¡Escuela Feliz!
W.- ¡Es una pasada! ¡Es una mujer increíble! Yo me
acuerdo cuando la conocí hace montón de años, calculo que llevará unos veinte
años haciendo esta labor, y yo le preguntaba: “Fernanda, ¿cómo puedes?”; y ella
me contestaba: “Donde come uno, comen dos”. Digo: “¡Pero es que no comen dos,
sino treinta y dos!”. Pero a ella eso no le importa, y si tiene que trabajar más
para que ellos coman, lo hace sin problema, aunque el Estado no la ayude con
ninguna subvención. Es una mujer que está bregando sola, como tú dices, es como
la Madre Teresa de Calcuta. Yo no sería capaz.
T.- ¡Y con la sonrisa!
W.- ¡Y más feliz que Ricardito! Pero yo no sería
capaz.
T.- Eso nunca se sabe, Wendy. Depende...
W.- ¡Hay que tenerlos bien puestos! Hace falta mucho
coraje, te tienes que olvidar de ti y ser muy generoso. A todos nos gusta
comprarnos caprichos, llegar a tu casa y tumbarte... pero es que ella no
desconecta nunca. Siempre ha vivido bajo su techo y bajo su tutela un montón de
gente, y gente con problemas. Ahora tiene a Tiziana y Adama, que también han
sido alumnas mías en el curso de Lisboa. Pero ella sigue ahí y tiene un valor
¡enorme! Y ojalá que tenga suerte. Ese tipo de cosas se deberían apoyar desde
el Estado y las instituciones para buscar una salida a los niños que nacen en
los suburbios y sacarlos así de la marginalidad. Enfocarlos hacia el arte,
hacia el deporte, la pintura, la música, etc., para que el niño pueda encontrar
su lugar en este mundo. Ése es el problema, que muchos niños se sienten tan
perdidos que no tienen nada, y esta mujer les está dando un mundo. No les está
dando un pan de comida, eso es lo de menos, les está dando la oportunidad de
soñar, de reír, de creer. No me puedo olvidar de la sonrisa de Adama haciendo
ballet, de esa cara de satisfacción que tenía al realizar bien sus ejercicios,
sintiéndose segura de sí misma cuando yo le decía “¡bien!”, ella era feliz...
T.- Muchos de los niños y niñas que Fernanda ha
preparado durante estos años han conseguido dedicarse a la danza en Portugal,
incluso, en la Compañía de Danza Nacional.
W.- Sí, porque Fernanda es una de esas personas que
podría tener una gran escuela de danza y dedicarse a cobrar bien. A ella la
buscan siempre para sacar adelante a la gente, de hecho, es una de las mejores
preparadoras de niños para ballet clásico que hay en Portugal ahora. Casi todo
su alumnado entra directamente en el Conservatorio. Ahora fueron los exámenes
de Inglaterra y su escuela fue la que obtuvo las notas más altas a nivel
nacional. Ella da clase en su casa, en una escuelita que tiene con unos medios
mínimos, pero es una mujer que emana felicidad por los cuatro costados, es grandiosa.
T.- Por último, dime cuáles son tus sueños... ¿Qué
proyectos tienes de aquí en adelante?
W.- Bueno, tengo muchísimos proyectos, sigo soñando lo
mismo, es decir, crecer por mí misma, pero no hipotéticamente, sino en todos
los aspectos. Ahora estoy estudiando Psicología, aunque me lo tomo con calma,
porque no tengo tiempo, pero me encantaría completar los estudios, ya no sé si
para ejercer o no, eso ya se verá. Y voy a seguir bailando y dando clases de
danza, porque me encanta estar rodeada de niños y niñas. La danza es mi mundo,
ya sea bailando en escenarios o dando clases, siempre metiéndome de lleno en el
arte para hacerlo bien. Eso es lo más importante.
T.- Muy bien Wendy, que tengas mucha suerte y, como
Fernanda, nunca pierdas la sonrisa...
Entrevista por Teresa Iturriaga Osa (verano de 2005)