domingo, 5 de diciembre de 2021

 

Mujer sin nombre


Perdona si antes de ti no me había fijado en tus ojos ni en la altura de tus hombros. No me creas insensible, nada más lejos de mí. 

Yo andaba entre basuras, al acecho de un color, con la mirada recostada, una loca suicida como otras. Jugaba con el viento, montaba a caballo sobre el tráfico, indestructible, veloz. Me gustaba sortear la tómbola de los impactos. Casi muero en el intento. 

Pero ahora estoy aquí, a tus pies. Y es muy simple lo que me ocurre. El radar ha dejado de pitar en zona descontrolada. 

Escúchame, mujer sin nombre, no te esfumes sin darme tu bendición. 


Teresa Iturriaga Osa

 

 

jueves, 2 de diciembre de 2021

 

VENENO DE TÓRTOLA

Siguiendo los pasos de Tórtola Valencia, me invade una gran emoción al entrar en el portal de su casa en Sarriá, un templo de misterio...

(...) Entraron los meses del frío. Con los años, Ángeles se había recuperado de su grave enfermedad desde que la bailarina hiciera la promesa de retirarse de los escenarios si la joven sanaba. Paradojas del destino: la más débil se adaptó al clima húmedo de Barcelona, pero ese invierno Tórtola enfermó de pulmonía. Día y noche, Ángeles la cuidó con fervor hasta el día en que murió en sus brazos a causa de una insuficiencia cardíaca, un fatídico 13 de febrero de 1955.

         Aquella mañana, la tristeza cubrió el cielo y un coro de gaviotas cantó su retirada. La tormenta, finalmente, rompió aguas sobre la Ciudad Condal. Esta vez no pasaría de largo buscando otros nidos. Llovía el silencio más herido. Un golpe brutal. En el 232 de la calle Major de Sarriá, las contraventanas se cerraron a cal y canto con el murmullo de las tórtolas. Se apagaron las risas de los niños en la plaza. Al cementerio de Poble Nou solo acudieron sus familiares y amigos más cercanos. Poco más se supo de Ángeles. Algunas gentes del lugar vieron salir de la casa a una mujer cubierta con un manto púrpura y la mirada perdida. Olvidar, caminar y no mirar atrás fue para su heredera la única forma de seguir arrastrando los pies... Pasar página y desaparecer. ¿Pero cómo respirar sin ella y arreglarse para el festín del día a día? ¿Cómo recobrar la ilusión de la tarde, cuando leían Las mil y una noches entre sábanas, enroscadas hasta el amanecer? ¿Cómo hacer que el duende llegara otra vez al tálamo de orgasmos de su vida? Nada más difícil.

<<Veneno de Tórtola>> de Teresa Iturriaga Osa (fragmento del relato).

<<Arden las zarzas>>. Relatos. Ed. La Vocal de Lis, Barcelona, 2021.

Fotos/ Maite Del Río