VIA
NERICI
(selección de poemas)
Teresa
Iturriaga Osa
I
Azul,
noche.
Dijiste
que las mariposas estaban lejos.
Ahí las tienes, míralas.
No,
yo no estoy loca...
… ya se acercan -escucha-.
En enjambres
me rodean la cintura,
mecen aguas,
liban ese tronco caminar del
olvido
que tú conoces,
y me abrigan, sí, me abrigan las
raíces
con su manto de seda...
¿Cómo decirte...?
Es
noche y es azul.
II
Bello
linaje
Entre
tu alma y la mía un niño dibuja un octógono,
una torre muy alta
de silencio rompe aguas
al mirarnos las manos,
las líneas
precipitan su hueco en desorden de lluvias, un púrpura de noche
va
subiendo su nuca a la estrella con manto mullido, seda
que todo lo
ve
que todo lo perdona
que todo lo siente.
Alientas
cada paso en firme, bella geometría del ocho,
nos digieres
enteros en lo humano y lo divino,
cobijas al ser anfibio que
torpemente inventamos.
Ángeles o demonios, no repudias la
descendencia de la duda,
a tu linaje le construyes una mansión
con vista al mar,
en el horizonte levantas tus mejores grúas de
acero
y con sol braseas el suelo frío de la estructura
majestuosa
que palpamos verso a verso, amor.
Y es lo
que pasa
cuando aún se tienen brazos y piernas
para tenerte,
no importa a oscuras,
presente, con coraje y en serio.
III
Por
una arena negra
(Recordando
a Góngora...)
Hay
una profundidad que se desliza bajo el silencio.
Dormita en la
certeza del roce de una línea,
raspa la suave quiromancia de tu
mano en la mía.
Escucho la tinta azul de las noches,
ellas
pliegan sus mantas, enmudecen,
van subiendo el pulso a
nuestro encuentro.
Vuelves a mí en cada palabra,
en cada color
de allende
me despiertas el recuerdo, ese olor,
cedro del
Líbano,
el cuello de tu camisa
abre el río, espacio sinuoso
de las cartas sin remite
ahogadas en mi buzón de voz
como
caricias de guayedra.
Miro y es arena, arena negra, solo
eso.
Mis venas han subido a rastras tantas veces
los aneurismas
de este palomar, marfil vacío...
IV
Pozo
de paciencia
Cuando
me empeño en buscarte, ternura,
tú apareces vestida de
cuero,
látigo en mano.
Te he defraudado mucho -me
dices.
Nunca, Vida, nunca me he defraudado -te grito yo.
Y
me quedo sola.
Sola como se enfrentan las derrotas.
Sola como
se sube a las montañas.
A rastras, a cuatro patas, trepo tu
rosa
sin más fuerzas que las manos.
Tú quédate ahí
abajo.
En el pozo del recuerdo y la paciencia
[más grande que
el don de profecía,
¿y para qué el don de lenguas?].
No hay
espacio para dos en el palacio de la desesperación.
Un escalón
delgado me cobija.
Y esa tortura de espinas no la quiero para
ti.
Es mi hora de llorar.
Frente al espejo se desnudan mis
ojos magenta
buscando una vida posible, poeta
con aliento
completo, enamorado
de mi sangre de defectos.
V
Un
corsé y dos amores
Le
he hablado por señas,
con la lengua de signos
a esa mujer que
tanto quieres.
Me he quedado mirándola fijamente
a través de
su iris izquierdo
he entrado en ti sin nombrarte
y te he
saludado en los labios del alma
con un beso.
Reluces tanto en
ella
que hasta los lunares
-percepción de tus diabluras- de mi
corsé negro
han brincado sus queremas de emoción
al oler tu
perfume salitrero.
Ustedes forman un arco de flores
péndulo
que me acarician el cabello recogido,
sacuden mis doce
muertes de clavel
colocadas en el moño con orgullo,
la mímica
del dolor,
esa sordera del frío,
sacuden los iconos oscuros de
mi ayer...
y ya me arreglo, ya vuelo de risa
para la fiesta de
esta noche,
cuando le leas el cuento,
cuando la dejes dormida
y
vengas otra vez sobre tus pasos
al tálamo de orgasmos de mi
vida.
VI
Origen
Tú
me conoces.
Me pasaría toda la tarde
escribiéndote besos
entre pecho y espalda.
Pero primero has de acariciarme el
pelo,
bordearme las costas,
las del Mediterráneo, las del
Cantábrico
y las más atlánticas...
regresar al
origen
consciente de su forma y su porqué.
A ver si logras
meterte por el ojo de la sima
sin darte de bruces con la anilla
a
unos cinco mil metros de profundidad.
Tú me conoces.
Si no
saco fuera lo que llevo aquí dentro
no puedo amarte como sé.
VII
Jarea
al sol
Éste
es el paisaje.
Se muestra por sí solo en su espera.
Dame tus
manos de ciego y toca.
Toca mi voz.
Palpa donde sigue
estirándose el sol,
abierta y salada la jarea.
Una cortina
de humo es testigo del soplo.
La tarde oficia lentamente las
bodas
entre un tajinaste y un verol.
Un barco va rozando
las axilas del caracol y
esconde su proa en un lunar.
Las
horas pasan, la muerte disminuye.
Queda la inscripción délfica,
una advertencia.
Una piscina sin agua.
¿Alguien se ha perdido
en este amor?
VIII
Y
nada más
Qué
estrecho y qué angosto es este túnel,
fondea el éter, siete
ojos llegando a mi bahía.
Qué estrecho tu Gólgota,
profeta,
tan estrecho como el mar de Genesaret
que separa
nuestras tierras,
un cauce de siglos remonta el curso del
Jordán
hacia su fuente, gentes
de continentes enteros, vidas
dispersas, ciegos
en lanas de tumulto, fresco, dulce resplandor
a
veces nido de abisales seres que nos duermen,
la hipnosis de
saberte y no tenerte.
Qué oculto el sueño... me padece,
ya
tiembla el desengaño, sepulcro vacío
y nada más,
la anemia
insoportable que no quiero.
Tu bruma envuelve en tapices mi
coraza,
contigo viajo al hondón del alma sin ademanes de
señora,
sin palabras ni letras
me bebo un Via
Crucis
de
casi abril
-el carnaval tarda sus fechas-,
hablo y paro el
reloj del tiempo.
Hago lo que toca hacer.
Subo vidas sucesivas
bajo minutos de espera,
siento que están hirviendo mis
grilletes
de condenada a muerte por el qué dirán,
ancianos,
príncipes de los sacerdotes y escribas...
cuando mejor reluce
esta diadema, mi fiel manto de Verónica,
¿eso se entiende?
Qué
estrecho -te repito- y qué angosto es este túnel,
busco el neuma
de entrada por la puerta de salida.
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Publicado en Aurora Boreal
la revista para los amantes del español en Dinamarca
http://www.auroraboreal.net/literatura/poesia/2086-via-nerici