Los colores de Sira
Por Teresa Iturriaga Osa
Es increíble lo que tus trazos me
sugieren,
yo no he visto nunca unos dedos tan
largos como los tuyos
que sólo tú sabes bien de dónde salen,
desde dónde se generan desde qué lugar
nos llegan,
y por qué vienen y llegan siempre al
llamado…
a arrullarme la tristeza…
Los he visto despegar aterrizar
desde tu casa,
dedos de colores invasores que me han
subido
al circuito feliz de un carrusel,
al coche de hora
con el duende del viaje más recóndito de
tu fantasía,
ése que tiñe de pastel la crueldad,
el que corre y ríe mientras alguien
muere,
el que me reconforta.

Recuerdo
a Sira Ascanio, sus colores, su magia y su rostro de niña eterna. Y quiero comenzar mi pequeño homenaje a esta gran artista canaria con el poema Los colores de Sira, inspirado en una obra digital que me envió en
2009 para ilustrar mis textos. Entonces me sumergí en sus trazos y escribí desde
ese espacio sin límites que sobrevolábamos juntas sobre el mar de Las Canteras.
Escondido en su fondo, un océano de amor, seres vivientes submarinos, ondas y palabras
que reflejaron mi emoción a través de su arte fundido con el cosmos. Era
entonces como ahora un tiempo de pateras que a diario dejaba muertos en las
costas canarias; en cualquier rincón rugía un destino de desolación y olvido
para los inmigrantes africanos. Porque aquella mujer bellísima que derramaba
elegancia a su paso, era una mujer hipersensible, preocupada por la humanidad
en su vida cotidiana. Y todas las personas que tuvimos la suerte de conocerla en el mismo ambiente isleño, sabemos
que su música no era de este mundo gris y financiero, sino que pertenecía a
otra dimensión llena de luz y sueños. Ella extraía de la realidad un ritmo, un
balanceo creador, un fuego seductor que le confería el sentimiento de
universalidad.
La primera vez que vi a Sira Ascanio fue en 2006 en el Centro de Iniciativas Culturales de la Caja de
Canarias con motivo de la presentación del libro Que
suenen las olas, una antología de relatos que dirigí y coordiné con textos
de mujeres de Canarias y Marruecos, patrocinada por la Obra Social de la Caja
de Canarias. Me la presentó la escritora Dolores Campos-Herrero, participante
del proyecto con un cuento ilustrado por Sira. Y desde ese momento, sus
fotografías y diseños en formato digital acompañaron mis poemas y relatos,
tanto en publicaciones impresas como en plataformas de internet. Nuestra amistad fue creciendo en aprecio y colaboración cultural con títulos
como Poemas del misterio, La maga Bernarda, Creo, Mujeres al viento, Rastro de un sueño entre ballenas, etc.

Cabe destacar que Sira Ascanio siempre tuvo interés en desarrollar
su creatividad artística en defensa de la dignidad humana. En nuestras
conversaciones en las terrazas del muelle deportivo de la Avenida Marítima -–uno
de sus lugares preferidos para compartir experiencias personales con unas tapas
y una copa de vino-–, solía mostrarme fotografías de pateras que llegaban al
muelle, restos de los habitantes del fracaso que no habían alcanzado la tierra
prometida. Por aquel entonces, yo acababa de traducir un ensayo titulado Modou modou, el emigrante senegalés, de
Seydi Ababacar Mbaye (Ed. Anroart, Las Palmas de Gran Canaria, 2005) y le conté
la historia real del joven senegalés de quince años que se
había encaramado a la rueda de un Airbus
creyendo que las alas de aquel pájaro le llevarían al cielo de los toubabs,
al gran mundo del hombre blanco. Con la fuerza de su Diom senegalés, esa voluntad que le habían
inculcado desde niño como virtud para enfrentarse al sufrimiento, quiso
arriesgar su propia vida. Buscar una solución para sacar adelante a su familia
era una cuestión de dignidad. Prefirió enfrentarse a su cita con Abdou
Diambar -–el ángel de la muerte-– que quedarse entre los suyos como
un joven sin futuro, sin sueños, sin nada que llevarse a la boca. Aquella
historia le impactó y desarrollamos un proyecto de sensibilización para difundirlo
en plataformas digitales con poemas míos ilustrados por Sira. Lo titulamos Sed de palabras.





También diseñó la maravillosa portada y las
ilustraciones del libro Revuelto de
isleñas (Ed. Mapfre Guanarteme, Las Palmas de Gran Canaria, 2010), una
colección de relatos en torno al tema de la escritura y la cocina que escribí
junto a Dolores de la Fe. Con sus propias palabras, recogidas en la
presentación del libro, ella misma explicaba cómo abordaba su relación con la
cocina en la lucidez del ensueño:
Miro al horizonte y veo allá en la lejanía un barquito blanco, le da un
rayo de luz, el mar tiene un color azul plomizo. En el cielo ya despunta entre
nubes rosadas la luna en cuarto creciente. De pronto, me asalta una pregunta...
¿Qué cenamos hoy?... Muchos barquitos de
papel de periódico navegando por un mar de mil colores... Ya veré… ¿Cómo lograr
el azul plomizo, la transparencia del mar...? Me acerco a un kiosco y compro un
periódico, todo tragedias, esta noche empiezo a hacer los barquitos de
papel y a preparar el lienzo... para cenar, un revuelto de setas... (Sira Ascanio)
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Ese mismo año, con motivo del Día Internacional Contra la
Violencia de Género, que se celebra el 25 de noviembre, Sira diseñó la portada
y cada uno de los relatos del libro Desvelos
(Ed. del Cabildo de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 2010) que escribí
basándome en la experiencia de ocho mujeres maltratadas de diferentes
nacionalidades que habían vivido en Casas de Acogida del Cabildo de Gran
Canaria. Fue un trabajo que puso en valor el esfuerzo de muchas personas por
superar la adversidad.
Y echando la vista atrás, hoy me resulta misteriosamente
curioso observar que la portada original de mi primer poemario titulado Gata en tránsito (Ed. Alhulia, Granada,
2011) fuera ilustrada por Sira, aunque la línea editorial al tiempo desechara
la propuesta y cambiara el diseño -–quizá por un cromatismo demasiado atrevido
y moderno al incluirse un prólogo del maestro J.M. Caballero Bonald–,
publicando otro formato más clásico y discreto como era su costumbre.

Sin embargo, a mí siempre se me quedará grabada en el alma aquella imagen de Sira, reflejo de las aguas multicolores del océano, rojo, verde, índigo… con la profundidad de sus ojos grandes y asombrados.

Levanto mi copa y brindo por Sira Ascanio, para que su vida y su arte nunca caigan en el olvido. Que la lámpara con su aceite esencial arda siempre en nuestras islas, evocando su presencia en las obras futuras.
Las Palmas de Gran Canaria, junio 2022.