Suspiro
de luz
Teresa Iturriaga Osa
Hoy,
por alguna misteriosa razón,
el
príncipe de la calima se ha subido a la escalera
a
ver contigo las estrellas.
Ellas
recuerdan claramente
los
días en que el mar era feliz
y
demoraban la inquietud por las comparsas.
Una
vez dentro,
no
solían tentar su calma pintada de añil,
que
ya habían hecho propia
en
sonrisa plateada.
Aprendieron
así a ahuyentar
el
humo pobre del llanto,
la
ortografía del bullicio,
y
lograron su maestría
a golpe de sal y cebo,
a golpe de sal y cebo,
con
un corazón sin rastro.
Cabalgaron
el tiempo sobre los años luz
como
un suspiro,
dibujando
el nuevo contorno,
vaivén
y techo del mundo,
una
memoria de hojas,
cuando
las criaturas conocían
cada
brizna del suelo.
Lanzaron
sus rayos
y
dejaron que instalara allí su casa
esa
mariposa nómada
que
te llega ahora,
de
grandes ojos,
bajo
un arco de lunas vestidas de lumbre.
Y,
sin embargo,
no
había nada que temer.
Cada
instante se pertenece a sí mismo.
***
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