CAMPOS ELÍSEOS
Colección poética de Teresa Iturriaga Osa
Libro de poemas titulado Campos Elíseos,
de Teresa Iturriaga Osa, en edición electrónica de la Editorial Aurora Boreal (Copenhague).
de Teresa Iturriaga Osa, en edición electrónica de la Editorial Aurora Boreal (Copenhague).
PRÓLOGO A CAMPOS
ELÍSEOS
Por Vicente García Hernández
1
Campos
Elíseos lleva por título este nuevo poemario de Teresa
Iturriaga, haciendo alusión, quizá, a ese lugar sagrado y
misterioso, en el Hades, donde las sombras de las almas
virtuosas han de pasar la eternidad en tertulia feliz y
luminosa: tertulia de amigos, desde luego, que sin duda hablan, y
siguen así, en el ámbito de la palabra, comunicándose, diciendo y
nombrando las cosas, para que, en sus vidas de sombras, eternas, siga
siendo y estando en ellos y con ellos todo aquello con lo que
vivieron y soñaron, y estimaron hasta la emoción.
Es decir, en estos campos particulares de Teresa Iturriaga,
además de sombras, habrá por lo que se ve palabras, como
signo de que lo visible sigue viviendo incluso en el más allá de lo
invisible, el otro mundo, donde la muerte ya no es muerte, y no lo es
porque en ese más allá hay lugar para la conversación y el
diálogo, para la plática y las miradas, para la vida expresada y
dicha, apalabrada, y, como tal, gozada por lo que antes que sombras
fueron polvo, pero polvo enamorado.
Descubro en este libro que la poesía de Teresa Iturriaga es, como
diría Paul Valéry, el resultado de «una vida interior que podría
calificarse de mística». Ella misma lo tiene escrito: «la
verdadera batalla es la que se libra en el interior de uno mismo».
El interior del poeta, o donde habitan las dudas y las certezas, la
verdad y la mentira, el sí y el no de las máscaras de cada uno. Y
donde todo se transforma en vida propia, incluso las desesperanzas y
los deseos no cumplidos, que luego se hacen poema, o palabras que
nada explican quizá (en poesía no es necesario explicar nada), pero
que, con el fin de conmover, sí dicen emocionadamente las cosas y
las trascienden. Una cosa dicha, cualquier cosa (Rilke), es
algo trascendido, sublimado; es algo que, por haber sido
significado en la palabra, pasa de un alma, la del poeta, a otra
alma, la del lector, recreándose, inventándose en ambos.
Pero, antes, está el exterior, o la contemplación minuciosa de lo
que ocurre en el entorno del poeta, ese mundo de sorpresas, de
detalles mínimos, de «crepúsculos de sal», dice Teresa, de brumas
y gaviotas, de «agua que habla» en el fondo del vaso, de ese «bello
animal en confidencia», la concha, o todo aquello que da luz a la
vida y la conmueve y la excita, y, sacándola de la monotonía de su
vulgaridad, la hace convertirse (por culpa del poeta) en poema o en
objeto del poema, embelleciéndola en todo caso.
2
Teresa Iturriaga lo significa: «Ese brillo de las achicorias
salvajes / se desliza por entre mis ojos niños». Teresa, pues,
niña; niña que todo lo mira con asombro; asombro que no sólo es el
principio de toda filosofía, como diría Aristóteles, sino de
cualquier poesía. Como la tierra que se apropia de la gota de lluvia
que la visita y, ya en sus raíces, crea la hoja y el pájaro, y su
nido, y sus músicas de allá arriba (confundidas éstas con las de
allí abajo), así el poeta, la poeta, es a un tiempo niño en
contemplación y místico que absorbe el espíritu de lo que mira y
lo recrea luego haciéndolo letra para otras músicas; músicas
estas, que, sin dejar de ser de este mundo (los miedos, las
cansancios, las carencias todas son de este mundo), se tornan luego,
sin embargo, músicas celestiales, interpretadas por la orquesta casi
divina (o sin casi) de la palabra: es la palabra transfigurada en
poema en la alfarería del poeta.
Según viene a decir Teresa Iturriaga, la poesía se logra con la
interiorización de las cosas que contempla el poeta; contemplar e
interiorizar: de este modo las cosas se gozan dos veces, una en la
contemplación y otra en la interiorización de lo contemplado; hay,
pues, dos estremecimientos que hacen que las cosas se hagan parte del
poeta, o un todo con el poeta, y también con el lector que las
percibe y las goza más tarde con la misma embriaguez del poeta, o
aún mayor, en su lectura. Contemplación: sentidos; interiorización,
misticismo; o el camino de perfección, apasionado, del poeta hasta
la obra de arte, el poema, que nace en su alma y se proyecta en la
palabra, su hermoso barro de alfarero.
3
(Asombrarse es dejar que algo te penetre, y tome posesión de tu
alma).
En el hermoso poema Piazza dei Duomo, Teresa Iturriaga lo
expresa de un modo magistral: «Perdida», dice, «sin más brújula
que el alma, caminé la ciudad abrasada»; es decir, la brújula del
alma como guía de sus ojos y sus pasos, y, como consecuencia, el
intercambio de los latidos de las cosas en ella y los de ella en las
cosas, o, como se ve, un acontecimiento de permutas, de
reciprocidades: «Te doy; me das», viene a decir la poeta. O, entre
el ser del poeta y el ser de la cosa, el perfecto amor, comulgándose
ambos, prestándose vida ambos, hasta crear una nueva vida, en este
caso, la del poema, que da con los nudillos en la belleza y la
despierta, haciéndola así luego, para poder ser comulgada, belleza
dicha, hablada.
Por algo -y según una cita de Víctor García de la Concha-, Jacques
Rivière llamaba a la obra poética aún inédita de Paul Valéry
textos «en el estado del alma». Un libro sin publicar es, pues, un
libro «en el estado del alma», como yo he podido leer y saborear
(¡qué manzana más gustosa!) este Campos Elíseos, texto en
el estado del alma, o en estado de perla (perla preciosa) todavía en
su ostra, que se abrirá en libro, desde luego, para lucir, como luce
en este caso (y en otros) la sensibilidad de Teresa.
E indicar que es este un libro breve en páginas y palabras, pero no
por eso menos extenso en belleza y procacidad formal, en atrevimiento
lírico; quiero decir: libro distinto, y, como tal, original, y con
la atracción primaveral de lo nuevo y estallante. Hojearlo me ha
supuesto sentirme lector asombrado; y ser cómplice, por mi asombro
ante el mundo y sus espasmos o vibraciones, con la autora.
http://www.auroraboreal.net/images/stories/editorial/narrativa/Campos%20Elíseos%20ebook.pdf
Teresa Iturriaga con el poeta Vicente García Hernández,
autor del prólogo.
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