jueves, 2 de febrero de 2012
El Cosmos Graziani
Por Teresa Iturriaga Osa
Álvaro Cunqueiro lo dijo una vez en uno de sus cuentos: “El buscador de tesoros tiene que ser muy cuidadoso en todo lo que hace, y también ir lavado y limpio. Hay que estar muy bien preparado para tener paciencia. Paciencia, tiempo y dedicación son algunas de las características del buen buscador. No son los más listos los que encuentran tesoros, y algunas veces son niños, o tontos, y también encuentran tesoros los ciegos. El tesoro hay que querer encontrarlo y soñar durante mucho tiempo con él”.
En efecto, rodearse de multitud no es un estado donde puedan encontrarse los tesoros con facilidad. Todo lo contrario. Si eso ocurre, constituye una excepción que suele darse con muy poca frecuencia. Así descubrí las pinturas de Yolanda Graziani un día de primavera en una sala de exposiciones local. Entré allí por azar, con la paciencia de una tortuga milenaria, sin mencionar la ceguera que me caracteriza; y quizá, por eso, encontré el tesoro que andaba buscando.
Sus cuadros son puertas a otra dimensión porque, al entrar en el Cosmos Graziani, ya formamos parte de sus experimentos artísticos. Desde un microcosmos de corales hasta un recorrido astral de planetas, cometas y galaxias en formación o destrucción, las visiones se van dando cita en su laboratorio. Ella nos arrastra, llena todo el espacio a través de su luz, transparente y volátil como su mirada. En el país de las maravillas, su pincel onírico sazona el universo con la frescura italiana de su nombre de albahaca... Con sus insinuaciones selváticas, nos lanza sin contemplaciones hacia una jungla de ocres y verdes, cuando no nos sumerge en el paisaje submarino de Las Canteras que ve desde su ventana.
En su mensaje pictórico, hay arrecifes plagados de peces y algas, hay espacios intergalácticos que su pintura atraviesa en cuestión de segundos, hay entradas a un mundo biológico, casi intrauterino, que descubre los colores más vaporosos y sanguíneos del ser humano, hay elevadas temperaturas volcánicas, mezcla de fluidos y otras formas de energía, hay estallidos de luz que derriten los cristales. El Cosmos Graziani es un espacio mágico donde los elementos químicos se abrazan de tal manera que no pueden separarse. Agua, fuego, tierra, éter, bailan el vals de las esferas aparentes alrededor de su pintura. Ese movimiento sutil en su obra se percibe desde lejos como una vibración invisible que la dirige en su creación. Ella pinta la resurrección inflamable de la materia allí donde la mirada encuentra un remanso de aguas, una esperanza en el tiempo que no agota los relieves geográficos del ser humano.
Yolanda Graziani es una gema que deslumbra con su pintura porque su mente exhibe con orgullo que nada de la niñez se ha perdido. Merece la pena experimentar ese rayo de esperanza a través de sus cuadros. La fantasía es un reconstituyente que se administra sin receta médica en tiempos de hastío.
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