domingo, 17 de abril de 2022

 

A pecho abierto


Atrás la madrugada,
una mariposa batía sus alas
bajando el río del lamento,
las oscuras acequias aún dormían.

Sin ti, todo era gris.
La mañana te extrañaba. Era tan temprano.
Las mujeres derramaron su perfume.
Nada encontraba su lugar.

Hasta las piedras te lloraban.
Pero al caer de las lágrimas, de improviso,
en un brinco de marismas,
emergió vida y fulgor de castañuelas.

Eras tú, sí, eras tú,
señor del huerto herido.
¿Cómo llamarte con otro nombre?
Tú que riegas siempre las semillas.

Tu espuma de ola ya preside
el cabezal de los enfermos,
la niñez te lanza sus cometas,
las mareas inundan los pasillos...


Sonríes con los brazos en alto,
con esa forma tuya de querer a pecho abierto.
Canta, sigue cantando... que no fue en vano,
esa saeta quebró la tiniebla errante del ocaso.

Y ahora reina airosa la esperanza,
retumba un jolgorio de abrazos y aves,
en el cielo de los hombres
vence el eco de tu grito, se oyen pasos.


Teresa Iturriaga Osa




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