viernes, 24 de julio de 2020


OJOS DE MUJER GACELA

 Teresa Iturriaga Osa


     El día que conocí la existencia de los Yoruba fue una mañana de Navidad ante la tumba número 206 en el Cementerio Británico de Funchal, cerca de la Iglesia Anglicana de la Santísima Trinidad. Como todos los años, había organizado un viaje familiar fuera de España para escapar del ruido de los cascabeles. Y ese año fuimos a Madeira, a medio camino entre Europa y América, un paraíso en el Atlántico con una selva de flora macaronésica muy similar a la de las Islas Canarias. Después de visitar la iglesia de rua do Quebra Costas, antes de llegar a la fortaleza Do Pico, el guía turístico nos indicó la entrada al camposanto. Una vez dentro, llamó fuertemente mi atención la sencillez de una sepultura sin lápida con un cartel clavado sobre la tierra y rodeado de pedruscos en forma rectangular. La inscripción explicaba brevemente que allí reposaba Lady Sarah Bonetta Davies, nacida en Nigeria, ahijada de la reina Victoria de Inglaterra y enterrada en agosto de 1880. En su memoria, sin ninguna pompa ni ostentación de símbolos, una máscara ritual realzaba su origen africano sobre la grava. El lugar era delicioso, rebosante de plantas silvestres y un manto vegetal de líquenes, helechos y barrillas cubría las estatuas a su antojo. Era visitado por muchas personas que venían buscando información sobre sus antepasados protestantes cuyos restos habían encontrado en tan bello jardín un digno cobijo para la eternidad desde 1772. Años antes de su fundación, los muertos que en vida no habían profesado la fe católica no tenían un marco legal que les permitiera ser enterrados intramuros y eran arrojados al mar desde los acantilados de Garajau dejando los cadáveres en las rocas a merced de las olas y de los peces. Próximo a las piedras de un mausoleo, bajo la sombra de los árboles, yacía también el monarca africano George Pepple, fallecido en octubre de 1888, Rey de Bonny, uno de los principales puertos del comercio de esclavos de los portugueses desde el siglo XV y una de las mayores zonas productoras de aceite de palma, situada en el Delta del Níger.  

        Regresé a casa después de Nochevieja con una fuerte bronquitis que me mantuvo en cama con fiebre y alucinaciones durante días. Y en mi delirio no dejé de buscarla hasta hacerme uña y carne de gacela.
(cont.)

(próxima edición, Ed. La vocal de Lis, Barcelona)



Teresa Iturriaga Osa


Doctora en Traducción e Interpretación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Reside en Canarias desde 1985. Dedicada a la gestión cultural, periodismo, sociología, radio, poesía, ensayo, relato, traducción. Directora de los proyectos interculturales Que suenen las olas (Canarias-Marruecos) y Alar de rosas (España-Honduras). Sus libros: Mi Playa de las Canteras, Juego astral, Revuelto de isleñas, Desvelos, Sobre el andén, Gata en tránsito, Campos Elíseos, En la ciudad sin puertas, DeLirium, El oro de Serendip (L’Or de Serendip edición francesa), Arden las zarzas, Palabra de Gourmet. Se incluye en varias antologías: Orillas Ajenas, Hilvanes, Fricciones, Ecos II, Doble o nada, París, Mujeres en la Historia I-II-III, Casa de fieras, Pilpil y mojo, Sexo robótico 2120. 


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