Cambio de música
Aleja de ti los dientes del miedo que
te trituran sin cesar.
Hasta que no sueltes la última gota de
sangre
en
los juegos del azarbe
con
todo su ejército de virus;
mientras
vivas el rencor de otras —mujeres, hombres,
señales,
preguntas—
plagas sobre una piel de ave
—ese yunque negro aplastándote la espalda—,
yo no entraré en tu reino de
caricias.
Porque
el fango enturbiará lo poco o lo mucho que te quiero.
Avísame cuando hagas sitio,
no
me mezcles con las notas de tus viejas melodías
o
no entenderás los cambios de mi música.
Abre
la cancela del ratón de las sombras.
Déjalas ir.
Pronto
se aburrirán de verte alegre
y
escurrirás charcos de agua por tu nueva vida.
Hazme caso. Déjalas ir.
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