Hay que abrir socavones
en medio del asfalto
y hundir los dedos
en el barro
hasta que las pestañas tiemblen
y los ojos,
que sólo creen
la imagen enmarcada,
retumben alaridos subterráneos.
Son las madres sin dientes
ordeñadas por otros
quienes debieran roernos los tobillos.
Sobre el asfalto aislante
transcurre el simulacro;
debajo
la humanidad freática disuelve los cimientos.
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