Prueba de nube
Ella podría, sí, podría
pulsar el timbre de algodón
y abrir en canal su panza
llena de audios de verdad.
Podría airear
la voz del dinosaurio: rapiega,
constructora de infamias
en solares que una vez fueron
—de su alma clara—
más que un hogar.
Podría, sí, ella podría
atraer beduinos hasta la zarza
ardiente donde vive,
menorá de rostro azul.
Así grabarían a fuego
sus siete brazos,
figura nítida y danzante,
veinte codos de largo aplastando humo
sobre el limo tardo
de sus conciencias —dormidas.
Teresa Iturriaga Osa
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