SIRENA DE BARLOVENTO
Teresa Iturriaga Osa
Teresa Iturriaga Osa
Una tarde de octubre empezamos a hablar en un banco, allí me contó su lucha para dar de comer a sus hijos. Toda ella era como una nave con las velas tendidas al viento, un libro de verdades, un puño contra la pereza. Y escucharla fue calmando mis quejas hasta hacerlas insignificantes. Una a una, sus palabras me advertían del peligro de lo efímero; la riqueza y la pobreza estallaban a su lado como pompas de jabón. Cierto, un círculo académico hablaba en las manos de una anciana. Parecía un personaje de un cuento de hadas porque irradiaba un porte de sirena. Ni una arruga delataba su edad, ella se contaba los años por escamas. Desde entonces, la veo pasar cada mañana por delante de mi casa, vestida con su melena lisa y dorada, subida a unas aletas azules de medio tacón que sonríen al que madruga con las luces del alba.
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