lunes, 23 de marzo de 2015


ALERGIA PREELECTORAL / OPINIÓN

Teresa Iturriaga Osa

 
 

        Ha llegado la primavera y ya se respira el polen de un ambiente político y social muy crispado a nuestro alrededor. En efecto, la falta de optimismo parece ser la antesala del período de elecciones que se abre en España.
        Este es un país que sin duda se había ganado el respeto y la confianza de la comunidad por su fe en los valores de la democracia, sin embargo, con el paso del tiempo, la situación ha empeorado y las clases políticas cada vez tienen menos credibilidad entre los españoles. En otras palabras, un amplio sector de la población empieza a tener claros síntomas de alergia a los candidatos a las urnas que seguirán empapelando nuestras ciudades, con la boca llena de discursos grandilocuentes, regalando sonrisas y flores por doquier...
        Desamparadas en todos los sentidos, muchas personas no encontramos cobijo bajo las instituciones que siguen proclamando su divisa de "Libertad, Igualdad, Fraternidad", herencia del Siglo de las Luces. Palabras, palabras, palabras... Las palabras se las lleva el viento, los hechos quedan. Lamentablemente, tanto a nivel local como global, observamos cómo el espíritu colectivo se va diluyendo en un estanque de egoísmo irrazonable, asocial, casi autista, y cada cual va a lo suyo sin importarle el prójimo en lo más mínimo. Por ello, a la hora de votar, debemos recuperar el sentido común e insistir en golpear duro sobre la conciencia de quienes van a representar las necesidades de la ciudadanía, a saber: un trabajo digno, una vivienda saludable, un acceso libre a la formación, así como espacios verdes, centros culturales, sanitarios, educativos y de acogida, zonas deportivas, donde puedan participar niños, jóvenes, adultos y mayores de cualquier condición.
        Señoras y señores políticos: basta ya de demagogia, si no tienen vocación, dedíquense a otra cosa. Creo que el ejercicio político debería ser un honor reservado a los nobles de corazón. Porque ejercer un cargo público brinda oportunidades para transformar el futuro de muchas vidas humanas. Es una cuestión ética que no todo el mundo está dispuesto a comprender. En el siglo XXI no podemos seguir sobresaturando las ciudades de cemento especulativo, construyendo más bancos, oficinas, hoteles, apartamentos y viviendas de lujo para una minoría, cuando la mayor parte de la sociedad sufre sus carencias en silencio. Algunos argumentarán que las prioridades varían según la escala de valores y que, en muchas ocasiones, las clases políticas van por delante de la época presente, dotadas de una gran visión de conjunto. No. No me creo nada. Que nadie venga a hablarme de la sensibilidad altruista de los políticos, porque si cada palabra, si cada promesa, no se plasma en la realidad cotidiana, no significa nada. Recuerden que los grandes proyectos de la Historia siempre han tenido en cuenta todos los niveles de ayuda al ser humano, al margen de que alguien indoloro y mezquino dentro del conjunto haya perseguido sus propios intereses.
        De manera que votaremos, sí, votaremos, aunque sea en blanco, sin perder de vista la construcción de la paz social. Mientras tanto, y a la espera de que soplen nuevos vientos, seguiremos en la brecha, pues como decía Doubrovski, “La dicha de la escritura nos compensa de la desdicha de la existencia”.
 

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