ALERGIA
PREELECTORAL / OPINIÓN
Teresa
Iturriaga Osa
Ha
llegado la primavera y ya se respira el polen de un ambiente político y social
muy crispado a nuestro alrededor. En efecto, la falta de optimismo parece ser la
antesala del período de elecciones que se abre en España.
Este
es un país que sin duda se había ganado el respeto y la confianza de la
comunidad por su fe en los valores de la democracia, sin embargo, con el paso
del tiempo, la situación ha empeorado y las clases políticas cada vez tienen
menos credibilidad entre los españoles. En otras palabras, un amplio sector de
la población empieza a tener claros síntomas de alergia a los candidatos a las
urnas que seguirán empapelando nuestras ciudades, con la boca llena de discursos
grandilocuentes, regalando sonrisas y flores por doquier...
Desamparadas
en todos los sentidos, muchas personas no encontramos cobijo bajo las
instituciones que siguen proclamando su divisa de "Libertad, Igualdad,
Fraternidad", herencia del Siglo de las Luces. Palabras, palabras, palabras...
Las palabras se las lleva el viento, los hechos quedan. Lamentablemente, tanto a
nivel local como global, observamos cómo el espíritu colectivo se va diluyendo
en un estanque de egoísmo irrazonable, asocial, casi autista, y cada cual va a
lo suyo sin importarle el prójimo en lo más mínimo. Por ello, a la hora de
votar, debemos recuperar el sentido común e insistir en golpear duro sobre la
conciencia de quienes van a representar las necesidades de la ciudadanía, a
saber: un trabajo digno, una vivienda saludable, un acceso libre a la formación,
así como espacios verdes, centros culturales, sanitarios, educativos y de
acogida, zonas deportivas, donde puedan participar niños, jóvenes, adultos y
mayores de cualquier condición.
Señoras
y señores políticos: basta ya de demagogia, si no tienen vocación, dedíquense a
otra cosa. Creo que el ejercicio político debería ser un honor reservado a los
nobles de corazón. Porque ejercer un cargo público brinda oportunidades para
transformar el futuro de muchas vidas humanas. Es una cuestión ética que no todo
el mundo está dispuesto a comprender. En el siglo XXI no podemos seguir
sobresaturando las ciudades de cemento especulativo, construyendo más bancos,
oficinas, hoteles, apartamentos y viviendas de lujo para una minoría, cuando la
mayor parte de la sociedad sufre sus carencias en silencio. Algunos argumentarán
que las prioridades varían según la escala de valores y que, en muchas
ocasiones, las clases políticas van por delante de la época presente, dotadas de
una gran visión de conjunto. No. No me creo nada. Que nadie venga a hablarme de
la sensibilidad altruista de los políticos, porque si cada palabra, si cada
promesa, no se plasma en la realidad cotidiana, no significa nada. Recuerden que
los grandes proyectos de la Historia siempre han tenido en cuenta todos los
niveles de ayuda al ser humano, al margen de que alguien indoloro y mezquino
dentro del conjunto haya perseguido sus propios intereses.
De
manera que votaremos, sí, votaremos, aunque sea en blanco, sin perder de vista
la construcción de la paz social. Mientras tanto, y a la espera de que soplen
nuevos vientos, seguiremos en la brecha, pues como decía Doubrovski, “La dicha
de la escritura nos compensa de la desdicha de la existencia”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario