lunes, 3 de septiembre de 2012

El edén era un engaño


Carmen Marina Rodríguez Santana

 
Primer accésit en el XIV Concurso Trinidad Arroyo convocado por la Concejalía de Igualdad de Oportunidades, Familia y Mujer del Excmo. Ayuntamiento de Palencia

(1ª parte del relato "El edén era un engaño")


Abres los ojos y te descubres destapada sobre el lecho que hace tiempo decidiste dejar de compartir; pero está visto que si te llega el olor de ese cuerpo exhausto y culpable que duerme, es que la masa de tus decisiones tiene poco peso específico. Al principio de los tiempos, le dejabas un beso sobre la frente y te costaba separarte de él cada mañana. Sin embargo, ahora te deslizas entre las sábanas con movimientos estudiados, analizando qué músculo dolorido moverás a continuación para que el monstruo no se despierte.

Los chorros de agua que escapan a presión por entre los orificios de la alcachofa de la ducha son tiroteo de alfileres sobre las zonas sombreadas de tu piel y te permites el lujo de llorar en húmeda soledad para que tus penas escapen con la espuma a través del desagüe. Y escapar, ¿hacia dónde? ¿Es que existe algo por debajo del infierno? Y, si fuera así, ¿a qué altura de las coordenadas perdidas se encontraría el edén?

Reencuentras tu rostro en el espejo y aplicas sobre tu cara la misma crema antimanchas de siempre. También el maquillaje es el de siempre pero, a pesar de la maestría que has adquirido en los movimientos tantas veces repetidos, tiemblas. Finalmente, te proteges bajo el aroma de la colonia de baño con la que tu madre te acicalaba cada mañana de tu niñez. Con ello logras recuperar parte de la felicidad perdida y esbozas tímidamente media sonrisa. De puntillas te diriges hacia la silla de la habitación donde la noche anterior, horas antes de ser carnaza de la premeditación y la alevosía, dejaste preparada tu ropa y el maletín para iniciar hoy tu viaje de trabajo.

- Hazme un café antes de marcharte -, dispone la voz ronca e inquietante atrapada en la almohada.

No te apetece iniciar una discusión argumentando que se te va a hacer tarde, que vas a perder el avión, que él podría hacerlo con sus propias manos; que no duele. Que dispone de todo el tiempo del mundo porque las horas las pasa muertas frente al ordenador o al televisor, desgastando su sonso tiempo del día sólo para que exista la noche en la que se enciende la hora bruja de drogas y alcohol que insufla al incauto el maligno que corre a través de sus venas hasta hacerlo estremecer de delirios y cefaleas. Te convences de que terminarás antes preparando la cafetera y, de paso, tomarte tú también una taza de hirviente y dulzona agua teñida para así, quizás, consolar tu estómago de las náuseas con las que das la bienvenida al nuevo día.

El haz nervioso que separa el sosiego del terror sólo requiere el estímulo adecuado para ser recorrido por la neurona portadora, piensas al surgir inesperadamente un ruido anómalo en el interior del Airbus 340 Madrid – Washington. Puedes detectar en el aire, junto a una antónima pieza musical ambiental apaciguadora, el bombeo de los corazones aterrorizados que galopan con velocidad máxima permitida tanto en pasajeros como en tripulación. Consultas tu reloj; son las 10:17 y bendices un destino que puede librarte de la sarna mental de tu sufrimiento. Te vuelves a preguntar por qué aguantas lo que aguantas si puedes valerte por ti misma, si lo tienes todo para liberarte del yugo opresor. Eres consciente de que no te encuentras en la situación de miles de mujeres que transigen por no tener un trabajo con el cual mantenerse a ellas mismas y a sus hijos. Por el contrario, eres una periodista de éxito que se ha quedado atrapada en una coraza de idiotez, de silencio y de cobardía. Has permitido que él te dirija como ventrílocuo a su marioneta y le tienes miedo porque a la mínima contrariedad se pone violento; como cuando le dijiste que lo ibas a dejar, te cogió del cuello y tuviste pánico. Pero todavía te parece más insoportable el sufrimiento si llegaras a abandonarle. Todo debe tener una explicación de los porqués de haber consentido, justificado y perdonado, continuamente, tantas vejaciones en tu relación con él y, sobre todo, por qué te dolería una posible ruptura; cómo es posible poder echarle de menos ya que, en tu interior, aunque ya has dejado de estar tan obsesionada, todavía te sientes muy atrapada en su red.

El grito de alguien te coloca en el tiempo real, el avión ha recuperado normalidad y la gente llora y ríe al unísono, contagiando felicidad y júbilo. Vuelves a consultar tu reloj: marca las 10:20. La ilusión de una muerte deseada ha durado escasamente tres minutos. Está demostrado que la nada es caprichosa y nada gobernable. Abres tu maletín y vuelves a estudiar los datos que tu redactora jefa te ha hecho llegar sobre la mujer que será objeto de tu entrevista en este viaje:

Eva, estos son los hechos:

Ayaan Hirsi Alí es una mujer somalí de cuarenta y un años que empezó a vivir como una mujer libre hace sólo dieciséis, cuando rompió con su familia en Somalia al decidir escaparse de un matrimonio concertado. Llegó a ser diputada en el Parlamento holandés y está amenazada de muerte por su lucha por los derechos de las mujeres somalíes y por la libertad. Sus palabras le han supuesto una sentencia de muerte. El guión que escribió para la película Submission: Part I le costó la vida al director de cine Theo van Gogh, acribillado a balazos, degollado y su pecho utilizado como tablón de anuncios: el asesino clavó allí una nota para Hirsi Alí, una carta muy concisa, como una fetua según los testigos, Van Gogh llegó a esgrimir el sentido común holandés antes de morir ajusticiado: ¿Seguro que esto no podemos hablarlo? Aseguran que dijo. Desde septiembre de 2006, esta fiera defensora de la libertad vive en la capital de Estados Unidos. La situación se hizo insoportable en Holanda. De un día para otro se quedó sin empleo (diputada en el Parlamento holandés); sin nacionalidad (la ministra de inmigración Rita Verdonk le retiró su pasaporte tras alegar que había mentido al solicitar el asilo); sin hogar (sus vecinos pidieron que fuera expulsada de su casa por creer que comprometía su seguridad); sin futuro (vive escondida, está amenazada de muerte). Estados Unidos le abrió las puertas. Christopher Demuth, presidente del American Enterprise Institute le ofreció empleo. Desde luego, Ayaan dice verdades que duelen, es una gran crítica de los relativismos culturales que tanto proliferan en Occidente y que, a su juicio, encierran a los seguidores del Islam en su atraso. Afirma que eso es racismo en su acepción más pura.

Tienes cita con ella en un reservado del restaurante de tu hotel en Washington a las dos de la tarde hora local para almorzar juntas y se cree un ambiente distendido. Regresas a Madrid al día siguiente, te he enviado todos los datos junto a la reserva de hotel a tu correo electrónico.

Como ves, Eva, tienes una historia tan interesante que, dependiendo del enfoque que le des y la entrevista más o menos inteligente y elaborada que puedas realizar, podría ser la bomba periodística del año en nuestra sección del periódico. Lo dejo en tus manos. Suerte y buen viaje.

Mª Henar Casado. Redactora Jefa.

Te apresuras a guardar tus escritos dentro del maletín cuando el tren de aterrizaje del Airbus 340 ayuda con su rozamiento contra el asfalto a la velocidad de frenada del coloso volante, añadiéndose a su estruendo el aplauso de los viajeros. Una vez en tierra firme, te encaras con la puerta principal de la terminal y te adentras en el exterior reparando en el primer taxi de la fila en la parada dentro del cual te acomodas y, tras dar la dirección de tu lugar de destino, enciendes tu móvil. De inmediato, te entran, uno tras otro, ochenta y siete mensajes y noventa y cuatro llamadas perdidas, todos ellos de un mismo contacto. Conoces que las primeras llamadas serán falsamente cariñosas y suplicantes y que las últimas pasarán a amenazar e intimidar. Prefieres ahorrártelo y apagas de nuevo el móvil; quieres vivir al menos por un día sin los sobresaltos y temores de siempre y concentrarte en tu trabajo ya que te han ofrecido una noticia, como poco, provechosa.

Tras tu registro en el hotel, una ducha reparadora y una llamada a la redacción del periódico en Madrid confirmando tu llegada, te acomodas con veinte minutos de antelación en el reservado del restaurante. Te gusta llegar con tiempo para preparar tu trabajo y tenerlo todo bajo control. La tarde está fría en Washington. Han caído los primeros copos de nieve del invierno y la chimenea del restaurante aporta un emotivo toque hogareño que en tu propia casa no posees. La ves entrar buscando refugio dentro de su abrigo negro. Te parece frágil y pequeña entre los dos guardaespaldas que la acompañan. Tras las oportunas presentaciones, sólo desea beber un té caliente y da orden de que no se os moleste en el reservado. Te aclara que antes de comenzar no quiere que sus argumentos se consideren sacrosantos por el hecho de haber vivido experiencias terribles ya que, en realidad, su vida se ha visto marcada por una enorme dosis de buena fortuna. Porque, ¿cuántas mujeres nacidas en el hospital de Mogadiscio (Somalia) en noviembre de 1969 siguen vivas? ¿Y cuántas de ellas tienen voz propia?
 
(cont...)   carmenmarinarodriguezsantana.blogspot.com

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