jueves, 24 de marzo de 2011

Podría saltarme todos los protocolos ¿debería?


Decidido, lo voy a hacer.

Las batallas siempre implican vencedores y vencidos, vida y muerte o muerte en vida…

Un diagnostico me piden…

¿De realidad?

Como decía George Eliot :“Nadie está graduado en el arte de la vida mientras no haya sido tentado” por lo que podría considerarse que ustedes se encuentran a las puertas de licenciarse en tan difícil empresa teniendo en cuenta que es incontable el numero de “humanitos” que nunca llegan ni a superar el primer curso o aquellos que se rinden a la primera embestida de lo que llamaremos “destino” aunque esta denominación se dibuje como fácil, rozando a lo pueril, la idea de ese” algo” que nos gobierna como a marionetas y contra el que no es posible ni la más nimia de las luchas.

La base está en esa guerra que se percibe como aire huracanado que precede a la devacle y que se comienza a temer desde ahí.

¿De que sirven las guerras? De nada, está claro ,pero a nosotros, excéntricos seres de contradictoria naturaleza, nos dan el paso para resurgir renovados hacia el más puro de los renacimientos, la resiliencia se le llama.

No nos queda más camino, si optamos por la dura supervivencia, que ser una especie de” Ave Fénix” o al menos proyecto de ella.

Las creencias pueden ser el peor enemigo de uno mismo, hasta esa basada en que” Algún día saldrá el sol”, se torna irremediablemente y con el lento paso del tiempo, en una especie de artillería plúmbea, auto disparada en una pesadilla a cámara lenta en medio de esa espera que exaspera, silencios que claman a gritos ,ahogan toda esperanza posible, a modo de vértigo continuo y así transcurren los días.

Trechos inabarcables…

Vidas enteras que no son capaces de corregir el más mínimo error a pesar de tener todas las claves para ello.

Tiempo al tiempo nos dicen, el tiempo es una ilusión, o lo matamos con absurdidad o el nos mata a nosotros buscando sin sentidos, engañándonos con quiméricas respuestas, mintiéndonos. No dispone de eternidad el ser humano y aún sabiéndolo, se obceca en amargar la finitud de la existencia.

El miedo conjugado con el recuerdo ,torna veneno letal que segundo a segundo dosifica con cadencia su mortal esencia en lo más profundo del ser.

Desengaño, pérdida, desilusión : la Nada.

La más agónicas de las muertes, es la del vivo que desespera por enfermedad de fe.

Y ustedes, ¿me aseguran que este es el fin? y les pregunto: ¿del primer acto o de la obra?

Hablan de guerras, circunstancias de vida y destino, párense a pensar que tal vez nada de ello exista y se trate de mera ilusión, otra de las variadas estrategias de este gran teatro que es la vida.

Los dolores del alma no dejan perdidas en el móvil, ni mensajes de ausencia, ni botellas lanzadas al mar, esas, aún llegan a algún puerto.

Si me apuran, hasta las voces lanzadas al viento tienen algún destino pero esos quejidos internos, solo ofrecen su silencio e imprimen sentencias vitalicias de pena.

Todo va dejando cicatrices, marcas profundas con cura o sin ellas pero el “Ser”, tan inhumano consigo mismo, opta por mil y un maquillajes que enmascaren esas letales cicatrices.

La mentira otro de nuestros inseparables lastres …

El amor, ese (no encuentro un adjetivo que englobe del error al dolor pasando por diversos estadios efímeros, pasajeros, extravagantes a veces, incluso reacciones de huida, miedo,que derivan en el más puro arrepentimiento y desesperanza.

Vivir en el pasado, basándose en el o, la opción de ser consciente: nadie ha podido encontrar la fórmula magistral del olvido.

Melancolías de aquellas” Faunas Nocturnas” que más de una vez, te parecieron absurdas y que en el fondo añoras.

Estimado paciente “impaciente”, para toda clase de males hay dos remedios: el tiempo y el silencio, que decía Alejandro Dumas…

Y se preguntaran : ¿Cuál es la cuestión?

Les respondo elíjanla a placer…



Lord Arthur Saville.

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