domingo, 19 de julio de 2015


<<Inconfundible>>
 
 Teresa Iturriaga Osa








        Amanece en ámbar espiral,
las pasiones duermen,
        cae la ausencia, moja los rostros
con su lluvia de abrazos.
        La ciudad de las gaviotas
saluda la ternura,
tiembla una voz sin ardor,
        desposada del agua.


        Al filo del milagro,
se desvanece la bruma,
claveles, rosas, jazmines, brotan a través.
        Las nubes escriben la lealtad
cuando eres el desierto.
        Y solo tú y yo sabemos
lo que vale un claro de luna
        al besarnos en azul.
 
 
 



 

Fotos / María Del Río


martes, 14 de julio de 2015



VIA NERICI
 
(selección de poemas) 


Teresa Iturriaga Osa



I

Azul, noche.


Dijiste que las mariposas estaban lejos.
Ahí las tienes, míralas.

No, yo no estoy loca...
… ya se acercan -escucha-.
En enjambres me rodean la cintura,
mecen aguas,
liban ese tronco caminar del olvido
que tú conoces,
y me abrigan, sí, me abrigan las raíces
con su manto de seda...

¿Cómo decirte...?
Es noche y es azul.




II

Bello linaje


Entre tu alma y la mía un niño dibuja un octógono,
una torre muy alta de silencio rompe aguas
al mirarnos las manos,
las líneas precipitan su hueco en desorden de lluvias, un púrpura de noche
va subiendo su nuca a la estrella con manto mullido, seda
que todo lo ve
que todo lo perdona
que todo lo siente.


Alientas cada paso en firme, bella geometría del ocho,
nos digieres enteros en lo humano y lo divino,
cobijas al ser anfibio que torpemente inventamos.
Ángeles o demonios, no repudias la descendencia de la duda,
a tu linaje le construyes una mansión con vista al mar,
en el horizonte levantas tus mejores grúas de acero
y con sol braseas el suelo frío de la estructura majestuosa
que palpamos verso a verso, amor.


Y es lo que pasa
cuando aún se tienen brazos y piernas
para tenerte, no importa a oscuras,
presente, con coraje y en serio.


 
III

Por una arena negra

(Recordando a Góngora...)



Hay una profundidad que se desliza bajo el silencio.
Dormita en la certeza del roce de una línea,
raspa la suave quiromancia de tu mano en la mía.

Escucho la tinta azul de las noches, ellas
pliegan sus mantas, enmudecen,
van subiendo el pulso a nuestro encuentro.
Vuelves a mí en cada palabra,
en cada color de allende
me despiertas el recuerdo, ese olor,
cedro del Líbano,
el cuello de tu camisa
abre el río, espacio sinuoso de las cartas sin remite
ahogadas en mi buzón de voz
como caricias de guayedra.

Miro y es arena, arena negra, solo eso.
Mis venas han subido a rastras tantas veces
los aneurismas de este palomar, marfil vacío...


 

IV

Pozo de paciencia


Cuando me empeño en buscarte, ternura,
tú apareces vestida de cuero,
látigo en mano.
Te he defraudado mucho -me dices.
Nunca, Vida, nunca me he defraudado -te grito yo.

Y me quedo sola.
Sola como se enfrentan las derrotas.
Sola como se sube a las montañas.
A rastras, a cuatro patas, trepo tu rosa
sin más fuerzas que las manos.
Tú quédate ahí abajo.
En el pozo del recuerdo y la paciencia
[más grande que el don de profecía,
¿y para qué el don de lenguas?].
No hay espacio para dos en el palacio de la desesperación.
Un escalón delgado me cobija.
Y esa tortura de espinas no la quiero para ti.

Es mi hora de llorar.
Frente al espejo se desnudan mis ojos magenta
buscando una vida posible, poeta
con aliento completo, enamorado
de mi sangre de defectos.
 



V

Un corsé y dos amores


Le he hablado por señas,
con la lengua de signos
a esa mujer que tanto quieres.
Me he quedado mirándola fijamente
a través de su iris izquierdo
he entrado en ti sin nombrarte
y te he saludado en los labios del alma
con un beso.
Reluces tanto en ella
que hasta los lunares
-percepción de tus diabluras- de mi corsé negro
han brincado sus queremas de emoción
al oler tu perfume salitrero.

Ustedes forman un arco de flores péndulo
que me acarician el cabello recogido,
sacuden mis doce muertes de clavel
colocadas en el moño con orgullo,
la mímica del dolor,
esa sordera del frío,
sacuden los iconos oscuros de mi ayer...
y ya me arreglo, ya vuelo de risa
para la fiesta de esta noche,
cuando le leas el cuento,
cuando la dejes dormida
y vengas otra vez sobre tus pasos
al tálamo de orgasmos de mi vida.
 



VI

Origen

Tú me conoces.
Me pasaría toda la tarde
escribiéndote besos entre pecho y espalda.

Pero primero has de acariciarme el pelo,
bordearme las costas,
las del Mediterráneo, las del Cantábrico
y las más atlánticas...
regresar al origen
consciente de su forma y su porqué.
A ver si logras meterte por el ojo de la sima
sin darte de bruces con la anilla
a unos cinco mil metros de profundidad.

Tú me conoces.
Si no saco fuera lo que llevo aquí dentro
no puedo amarte como sé.


VII

Jarea al sol


Éste es el paisaje.
Se muestra por sí solo en su espera.
Dame tus manos de ciego y toca.
Toca mi voz.

Palpa donde sigue estirándose el sol,
abierta y salada la jarea.

Una cortina de humo es testigo del soplo.
La tarde oficia lentamente las bodas
entre un tajinaste y un verol.

Un barco va rozando las axilas del caracol y
esconde su proa en un lunar.

Las horas pasan, la muerte disminuye.
Queda la inscripción délfica, una advertencia.
Una piscina sin agua.
¿Alguien se ha perdido en este amor?
 



VIII

Y nada más


Qué estrecho y qué angosto es este túnel,
fondea el éter, siete ojos llegando a mi bahía.

Qué estrecho tu Gólgota, profeta,
tan estrecho como el mar de Genesaret
que separa nuestras tierras,
un cauce de siglos remonta el curso del Jordán
hacia su fuente, gentes
de continentes enteros, vidas dispersas, ciegos
en lanas de tumulto, fresco, dulce resplandor
a veces nido de abisales seres que nos duermen,
la hipnosis de saberte y no tenerte.
Qué oculto el sueño... me padece,
ya tiembla el desengaño, sepulcro vacío
y nada más,
la anemia insoportable que no quiero.

Tu bruma envuelve en tapices mi coraza,
contigo viajo al hondón del alma sin ademanes de señora,
sin palabras ni letras
me bebo un
Via Crucis de casi abril
-el carnaval tarda sus fechas-,
hablo y paro el reloj del tiempo.
Hago lo que toca hacer.
Subo vidas sucesivas bajo minutos de espera,
siento que están hirviendo mis grilletes
de condenada a muerte por el qué dirán,
ancianos, príncipes de los sacerdotes y escribas...
cuando mejor reluce esta diadema, mi fiel manto de Verónica,
¿eso se entiende?


Qué estrecho -te repito- y qué angosto es este túnel,
busco el neuma de entrada por la puerta de salida.



 
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Publicado en Aurora Boreal

la revista para los amantes del español en Dinamarca


http://www.auroraboreal.net/literatura/poesia/2086-via-nerici