martes, 24 de febrero de 2015

 
MUJERES EN LA HISTORIA II
 
 
 
 
Antología de relatos escritos por mujeres sobre mujeres
 
desde 1940 hasta hoy
 
Pronto en las mejores librerías, grandes almacenes, librerías, papelerías, colegios, institutos.
 
¡Estimadas compañeras y amigas!
 
 
 
Queremos celebrar el próximo 8 de Marzo Día Internacional de la Mujer Trabajadora, que en mis tierras es también el día de la Madre, con el nuevo libro que tanto estamos esperando.
MUJERES EN LA HISTORIA (2), será una magnífica ocasión para recordar y revivir las historias de sus protagonistas, ¡un maravilloso regalo para este día tan especial!
Aut
oras de España e Hispanoamérica escriben sobre las mujeres que han influido en los procesos sociales desde la II Guerra Mundial hasta hoy. Y demuestran cómo la sociedad evoluciona en muchos aspectos debido al impulso también de las mujeres, sus ideas, heroísmo, valor, constancia y el grandísimo esfuerzo en la realización de proyectos sin traicionar sus ideales.
 
 

Las autoras de los relatos son: Josefina Aldecoa, Sol Antolín Herrero, Teca Barreiro, Eva María Cabellos, Virginia Cantó, María Luisa De León, Sara García-Perate, Laura Garrido, Marta Gómez Garrido, Eva Gordillo Jerez, Ángela Hernández Benito, Teresa Iturriaga Osa, La Vizcondesa de Saint-Luc, Elena Marqués, Carmen Martí Fabra, Rosario Martínez, Carmen Moreno, María Teresa Pérez Arenzana, María Teresa Lucía del Mar Pérez, Charo Ramos, Rosa Serrano Romero, Rosa, Montserrat Suáñez, Melanie Taylor Herrera, Virginia Valdominos y María Zaragoza.
 ¡Muchas gracias a todas!
 
Vera Kujareva - Miguel Ángel de Rus
M.A.R. Editor
 
 

sábado, 21 de febrero de 2015

<<Noches de cuerpo consciente>>
 
 
 Teresa Iturriaga Osa
 
 
 

 
 
 
 
         Óyeme, noche.
 
 
        Tú... que a estas horas abres tu telón 
en bostezo de miradas.
Tú que eres testigo de la nula pasión
por la calle de la fe,
esquina con justicia y sanidad.
 
 
         Di de una vez tu mentira, tu verdad.
 
 
        ¿Recuerdas los besos locos?
Aquella envidia de juegos a la gallinita ciega, 
desmayos en un brinco, risas
mientras la oscuridad armaba su noria 
los viernes de cuerpo consciente,
            al paso que el alba saludaba 
y daba los buenos días.
 
 
        Abre ya tu cofre lacrado.
 
 
        Los secretos del gran viaje,
copas, filtros, Oriente de siete sabios,
el manicomio para estampar la ilusión.
Un vuelo de bajo costo
hasta el desorden más lúcido. 
       
 
        Hazme ese guiño que crispa y destapa la vida.
 
 

 

lunes, 9 de febrero de 2015

 
SUEÑO EN GUERRA Y PAZ
 Relato de Teresa Iturriaga Osa
 
 
Si el sueño fuera (como dicen) una tregua,

un puro reposo de la mente,

¿por qué, si te despiertan bruscamente,

sientes que te han robado una fortuna?
 

(El sueño, J. L. Borges)







       Ilustración de
José Félix Sáenz-Marrero
 






 
       Estábamos en guerra y éramos soldados.

        Desperté en la cama de un pabellón, mis ojos achinados y un acento asiático flotaban en el vapor de una sala de enfermos.

        Frente a mí, un quejido, el lamento persistente de los moribundos, la crónica del dislate escapando en sonidos como un ciego que no ve y adivina la vida, sus colores de tacto misterioso. Un gris de dolor extraño se alojaba en la sala de un hospital de campaña y acogía en su regazo la desolación... A unos metros de mi cama, un zapato de mujer me miraba tirado en el suelo, relataba una historia de amor destrozada por la separación, un chasquido de aire vencido, fragmentos de un tejado desplomado sobre nosotros, polvo, metralla a discreción y luces en lo oscuro. La noche era un sumidero de aviones surcando el cielo. Silbaban colores y ruidos cortando el aire a machetazos. Bombardeaban a lo lejos.
 
        Entre las sábanas, dos líneas de cables luchaban con la camisola febril de mi destino, se oían voces huecas, enfermeras que corrían desesperadas sin tregua para la dulzura. El techo y las paredes, la casa desprovista de su firmeza de refugio, gritaban su caída. Como la sangre de un río precipitándose por los rápidos, miles de vidas se estrujaban en las orillas del frente. Los camiones llegaban sin parar y aparcaban a toda mecha descargando heridos o lo que quedaba de ellos. Solo un velo de distancia me impedía ver con claridad la inmensa pena de los bosques que les ardían en el corazón al decir adiós. Tantas veces he vivido esa sensación de urgencia que el paisaje impregna mi retina como un sello estampándose cien veces sobre un telegrama de aviso. Mientras tanto, el olor penetrante del alcohol, la única desinfección de la locura bélica, una botella de aguardiente en la mesilla para mantener el dolor en tensión. Bebí un sorbo más para no sufrir, era el remedio contra el suicidio, de nuevo barajaba su juego la impotencia.

        Allí estuvimos meses, años, días. Eras tú. Era yo. Y éramos soldados.
 
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