jueves, 26 de julio de 2012

POESÍA



La creatividad del ser humano no tiene límites...








 
ENSAYANDO SONRISAS




A todos nos ocurre,

que ya estamos cansados

de ver cada mañana el rostro reflejado

en el mismo lugar, con las mismas canciones.

La canción de la cana que quiere distraerse

y la tiñes de rubio y sonríes de nuevo.

La canción de la arruga

que decora tu frente como fiel compañera

que sabe de destinos.

La canción de los ojos, cansados

de mirar los días que transcurren

entre tanto bullicio perfilando los aires.



De pronto dialogas con todos tus recuerdos

y decides segura que tú, ya has terminado.

Te quitas el atuendo de seria travesía,

te calzas unas botas,

recortas los tejidos que púdica te hacen

o simplemente mezclas colores atrevidos,

o te rizas el pelo ensayando sonrisas

y te planteas de nuevo pasarte por la vida

-la que te queda ahora-

con un nuevo disfraz,

y decides ser otra.



(de Artificios de Otoño, Encarna León)  
 

miércoles, 18 de julio de 2012

"Decir noche", de Elisa Rodríguez Court




"Decir noche", de Elisa Rodríguez Court - Ed. Eutelequia, 2012.







http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=_5sgkbD4gIs

El video incluye:


•Audio con la voz de Elisa Rodríguez Court, fragmento tomado de la entrevista que Radio Onda Cero Madrid le hiciera a la autora.

•Citas de su intervención durante la presentación del libro en el Club La Provincia de las Palmas, como también citas de Antonio Bordón y Rebeca García Nieto.

•Ilustraciones de Miguel Ángel Moreno Gómez

•Imágenes de la presentación del libro en el Club La Provincia de Las Palmas.

•Fotografía del libro, por Karla Olvera

Música: “Nacht und Träume” de Schubert, por Matthias Goerne (barítono) y Alexandar Schmalcz (piano)
Realización: Alejandra Moglia

VER TAMBIÉN:

Blog de Elisa Rodríguez Court: Trayectos ciegos http://elisarcourt.blogspot.com.es/

Decir noche en Scoop.it

Editorial Eutelequia


FRAGMENTO DE DECIR NOCHE, DE ELISA RODRÍGUEZ COURT

31.- EL OÍDO CERCA DEL CORAZÓN (pág. 89-91)

Lord Chandos camina por el jardín de estatuas sin ojos. Lleva los ojos bien abiertos y el oído predispuesto a captar el sonido más triste, y más dulce, y más loco. El silbido que emiten las aves en el final supremo de la noche.
Se ha hecho muy tarde y pasea a solas por un sendero de tierra a cuyos lados se alzan las estatuas como sombras. Lleva entre las manos un libro de poemas que lee con atención. Ignora que su autora es Emily Dickinson, poeta que le espía desde la ventana de su cuarto. Unos versos parecen hablarle de la muerte. Camina sin rumbo, hechizado ahora por el recuerdo de sus muertos, ya en la distancia cruelmente más queridos.
Le ha contado en la Carta a su amigo que tiene una rareza, una mala costumbre. Padece la enfermedad bartleby cuyo nombre desconoce y que nombra a los escritores que renuncian a la escritura.
Pobre Lord Chandos Bartleby, tan dolido y agradeciendo a su amigo el aforismo de Hipócrates como regalo de consuelo:


Quienes aquejados por una grave enfermedad no sienten dolores, están mentalmente enfermos.


El Lord confiesa a Bacon en su misiva que, a sus veintiséis años, no se reconoce en su misma persona que escribió en el pasado tantas obras. De los trabajos que pudieran esperarle en el futuro le separa el mismo abismo insalvable que de aquellos que ha escrito y le resultan tan ajenos que duda en considerarlos de su propiedad.
Veo caminar a Lord Chandos y su estado me recuerda al jinete de un soneto de Shakespeare, un hombre que decide partir de su ciudad. En la medida que avanza en su viaje va descubriendo que se dirige hacia la pena dejando la alegría atrás. Al Lord le aguarda al frente la misma pena que, mientras camina, va dejando a sus espaldas.
Se abre paso en la oscuridad del jardín y de pronto se detiene ante una estatua mutilada por el paso del tiempo. Recita mentalmente:



Cómo sería tu cabeza, tu mano


lo que fue carne tibia, vestidura del alma


y luego piedra silenciosa.


Ahora la mano ya no está en la piedra.


Y la cabeza fue limada, desfigurada y corroída


por el agua que la albergó durante siglos.


¿Cómo serías?



Son versos de José Hierro. Conmovido, se ha hecho un lío y continúa evocándolos en desorden.



Jamás podrá la piedra


albergar un soplo de vida.


Y entonces, dónde ha ido tanta vida,


dónde está tanta vida que la piedra


no puede contener,


no puede imaginar y transmitir.


Tanta vida que fue la salvadora


del olvido y la nada,


¿Habrá muerto contigo?


¿Quién puede congelar en estatua una vida?



Prosigue su camino. Escucha los sonidos de las aves nocturnas y sus pensamientos retornan a sus muertos. Interrumpe su marcha en el vacío de la noche, abre el libro de poemas de Emily Dickinson y relee unos versos:



Un oído es capaz de hacer pedazos


el corazón del hombre


con tanta rapidez como una lanza.


Ojalá que el oído no estuviera


tan peligrosamente cerca del corazón.




Se siente cada vez más estremecido. Toma asiento en un banco donde descansa un texto de Enrique Vila-Matas, cuyo título, Me senté y lloré, hace brotar de sus ojos unas pocas lágrimas contenidas que seca rápidamente con una de sus manos blancas.


Publicado por Elisa Rodríguez Court en 16:23 http://elisarcourt.blogspot.com.es/

lunes, 16 de julio de 2012

SEÑORA DE LA MADRUGADA


Poema a la Virgen del Carmen

Teresa Iturriaga Osa





Fotos: Tino Armas



Amiga mía,



el alma busca


desesperadamente la belleza,


música que vibra


en sus lugares de tránsito.


Y, si la encuentra, detiene su caballo,


bebe de esa esencia


y allí se embriaga


hasta el límite.






Así mis ojos han vuelto


del viaje


llenos de luz y azahar.


Tu mar es sublime,


sultana y señora de la madrugada,


camina el perdón vestido de terciopelo


verde esperanza


retumba la vida


en su trono de silencio.






Inefable preciosidad


donde ahora descanso


el calor de mis sentidos y extasiada


convoco la totalidad de los Nombres.


La perfección de la perfección.


Amiga mía,


tenemos que levantar del suelo


esta pobreza de espíritu, la realidad


que hoy se derrumba en la barbarie.